Relato: Navegando por las Svalbard.
Agosto 2014
Madrid
Hace tiempo y debido a mi trabajo, tuve la oportunidad de conocer a Albert Bargués; pertenece al la clase de personas que trata de aportar al mundo y no sólo tomar de éste, por lo cual me considero afortunado de contarlo entre mis amigos.
Desde que arrancó el proyecto Sterna he deseado poder embarcarme con él, ya que une mi pasión por la vela, con la navegación en altas latitudes en un barco singular.
Este verano, tras conseguir cuadrar mis vacaciones con el calendario del velero y tras contactar con la agencia de viajes Tierras Polares, comercializadora de los viajes, tuve la oportunidad de embarcarme en el Sterna en un crucero por las Svalbard.
Mi viaje comenzó en el Sur de España donde resido, en tren a Madrid, necesitaba comprar ropa apta para el clima previsto en esas fechas en la zona en cuestión, entre 0 y 10 grados, no siendo descartable en la segunda quincena de Agosto un adelanto del otoño con temperaturas menores. Tras el paso por una conocida tienda de montaña conseguí completar la bolsa de viaje.
Aún me quedaba un día en Madrid hasta la salida de mi vuelo, el cual aproveche para visitar el Museo Arqueológico Nacional.
Aún me quedaba un día en Madrid hasta la salida de mi vuelo, el cual aproveche para visitar el Museo Arqueológico Nacional.
Recomiendo la visita a este Museo, recientemente reabierto tras un largo periodo de acertadas reformas. Realmente me sorprendió por lo extenso de su colección y la calidad de las piezas, narra el gran viaje cultural humano a través de los siglos.
También pude disfrutar de la exposición temporal acerca de la Fragata Mercedes, con un significado personal, ya que participé, junto a muchas otras personas, en el seguimiento del Odissey Explorer, el barco americano que extrajo ilegalmente las monedas que portaba la Mercedes.
Tras una larga batalla judicial, los tribunales de EEUU dieron la razón al Gobierno de España que argumentó se trataba de un barco de Estado en misión oficial cuando se hundió, por lo que la empresa cazatesoros fue condenada a devolver la carga a España.
En la muestra se hace una aproximación al momento histórico, al barco, a su Capitán y al hundimiento; así mismo se expone la colección de monedas recuperadas.
Longyearbyen
Llegado el día tocó madrugar para comenzar la sucesión de vuelos Madrid-Frankfurt, Frankfurt-Oslo, Oslo-Tromso, Tromso-Longyerbyen, donde tras muchas horas llegué, me recogió Jytte, la guía de Tierras Polares y un encanto de persona.
Escala en Tromso
Por fin Svalbard
Algodón Ártico
El Kroa
Esa Noche, es un decir, porque era de día (debido a las fechas y latitud disfrutaba del sol de medianoche) conocí al resto de la tripulación y pasajeros tomando una cerveza en el Kroa, un bar de Longyearbyen. Enseguida me fui a dormir al barco, ya que acumulaba demasiadas horas de viaje.
El Sterna estaba amarrado a una boya, abarloado a un 60 pies de aluminio, el cual se veía pequeño a su lado.
El Sterna estaba amarrado a una boya, abarloado a un 60 pies de aluminio, el cual se veía pequeño a su lado.
El Sterna junto a un pequeño 60 pies
Templefjorden.
Por la mañana partimos para Templefjorden, a unas 32 millas, al pasar saludamos a la tripulación del "Esperanza" de Greenpeace, a la cual habían conocido mis compañeros la noche anterior; disfrutaban de una barbacoa en la toldilla haciendo honor al origen Argentino de su Capitán y Médico. También nos cruzamos con el imponente patrullero de altura que Noruega tiene destacado en las Islas.
La navegación por el fiordo durante casi todo el viaje fue a motor debido a la ausencia de viento o a lo variable de éste, a cambio permitía disfrutar del encuentro de las montañas afiladas con el mar y los glaciares, aderezado con la presencia de numerosos frailecillos y petreles.
En Templefjiorden nos aproximamos al imponente glaciar al final del fiordo. Navegando entre pequeños trozos de hielo, dejamos derivar el barco para disfrutar de una sinfonía de silencio acompasada por los suaves sonidos al quebrarse el hielo que flotaba a nuestro alrededor y los potentes estampidos de los rompimientos del frente del glaciar.
Tras esta parada procedimos al fondeadero de Bjonahmna. Aquí Fernando Bayo me comentó sobre la dificultad para estimar las distancias a costa en Svalbard, al estar ésta formada por montañas que arrancan en la orilla y alcanzan los 800 a 1000 metros, la ausencia de construcciones humanas y la excelente visibilidad engañan a la percepción de manera que crees estar muy cerca de la orilla cuando la distancia real es de 2 millas.
Este efecto ayuda a ser precavidos, algo muy necesario ya que el barco cala 4,80 metros y las sondas de carta en esta parte del mundo no son muy fiables (ya habían tocado dos veces sin consecuencias, al fondear en supuestos veriles de 20 metros).
El Sterna, diminuto entre las montañas
El fondeo nos permitió disfrutar de un paseo por la costa, observando rastros de renos y gansos y de antiguas trampas para zorros.
La historia de las Svalbard gira en torno a la caza de la ballena, los tramperos y la minería, los restos son muy escasos y cuidadosamente conservados, por lo que se pueden observar pequeñas cabañas aisladas repartidas por la costa.
Skansbukta
Tras hacer noche en Bjonahmna partimos para Skansbukta, un abrigado fondeadero situado a unas 17 millas, en otro brazo del fiordo. Por la mañana bajamos a tierra para dar un paseo alrededor de una antigua mina y un barco de madera abandonado en la orilla. Al embarcar en la neumática nos sorprendió una foca barbuda que nos observaba desde el mar con el mismo interés que nosotros a ella. Tras las fotos de rigor aprovechamos para comer y prepararnos para un paseo a lo largo del valle glacial.
Esa tarde pudimos contemplar de cerca varios renos salvajes de Svalvard. Se trata de una subespecie de menor porte que sus homólogos continentales; así mismo algunos gansos canadienses levantaron el vuelo a nuestro paso.
Cansados dormimos a bordo. Por la mañana viramos el ancla, lo cual nos ocupaba unos 20 minutos de esfuerzo, ya que había faltado una pieza del molinete y tardaría en llegar bastantes días, para ello hacíamos uso de dos largos de cabo, que David, el tripulante para todo, hacía firme alternativamente a la cadena en proa y los demás íbamos virando con los winches. Un buen ejercicio para hacer apetito para el desayuno.
Pyramíden.
Nuestro siguiente destino era Pyramíden. Este lugar frecuentemente es descrito como una Utopía, para situarse hay que viajar en el tiempo a la antigua Union Sovietica, como superpotencia enfrentada al occidente capitalista y con una economía basada en la energía del carbón.
El Tratado de Svalbard, firmado en París el 9 de febrero de 1920, reconoce la soberanía de Noruega sobre el archipiélago de Svalbard y sus aguas territoriales, pero garantiza a las empresas nacionales de todos los estados contratantes igualdad de derechos en el acceso a los recursos naturales de la región (en especial a la minería del carbón), lo que llevó a la URSS a establecer dos asentamientos en las islas: Barentsburg y Pyramíden.
Pyramíden era una ciudad minera. Al hallarse en occidente, la Unión Sovietica la utilizó de escaparate, dotándola de avanzadas construcciones y servicios para la época, tratando de mostrar una sociedad soviética maravillosa. Para ello, la población de unas dos mil personas disponía de un avanzado hospital, local social con comedor gratuito, polideportivo, piscina climatizada….
Con la caída de la URSS y la consiguiente quiebra económica, en Moscú echaron cuentas y descubrieron lo caro que era extraer carbón en el Ártico, y esto unido a su baja calidad, provocó que ordenaran evacuar la población en unas horas.
Pero Pyramíden se resiste a morir, quizás por la calidad de las construcciones, y tratando de evitar la pérdida de derechos sobre el lugar, lleva a que Moscú no abandone el asentamiento, manteniendo un pequeño grupo de personas para su vigilancia.
Pasear por la ciudad trae recuerdos de películas post-apocalípticas, tiene algo de escenario de serie de zombis mezclado con Los Pájaros de Hitchock.
A nuestra llegada soplaba un fuerte viento de unos 30 nudos en el fiordo, si bien se redujo en el muelle de madera, al hallarse éste a sotavento de la montaña que da nombre a la ciudad. El guía ruso, Sacha, nos esperaba en el muelle, por lo que enseguida comenzó la excursión. Paramos en un aislado teléfono con tecnología de la era soviética, de la época en la que funcionaba la mina; hoy en día no tiene comunicación, pero paradójicamente es la única zona en la que a veces, a través de las montañas, llega la cobertura de la red móvil desde Longyearbyen.
Monte Terrierfjellet, 1209 mts.
En el desvencijado muelle de Pyramíden
Proa al glaciar Adolfbukta
Caminamos por las desoladas calles entrando en la antigua piscina, y en el centro cultural, tocando el piano más al norte del mundo, aderezado por el surrealista concierto de Police a cargo de nuestro guía, envueltos en la más rancia parafernalia soviética conservada como quizás en ningún otro lugar.
Este perro de metal está asociado con las tradiciones de cambio de semestre de los trabajadores árticos rusos, los Polarniks
Enfilación de entrada a PyramídenRuski-Tech
Sacha, armado y cantando canciones de Police
La avenida principal de Pyramíden finaliza en el edificio antaño destinado a las parejas con hijos, apodado la casa de los locos, por los gritos de los niños que allí residían. Curiosamente hoy es el lugar elegido por una numerosa colonia de gaviotas para criar sus pollos, que continuando con la tradición de chillidos, anidan en las mismas plantas que habitaban los niños.
El centro cultural y la piscina
El centro Social, restaurante y sala de fiestas
Esa tarde sin guía visitamos las instalaciones mineras, en avanzada ruina, caminamos a través de la inmensa estructura de acceso a la mina; una pasarela cubierta por la que subían los mineros en vagonetas y que se eleva por la montaña hasta los 400 metros donde se hallaba la boca de mina.
Jytte Caminando por Broadway Walk
La casa de cristal
Actualmente las estructuras de madera de la mina son una gigantesca colonia de aves marinas, las cuales agradecieron nuestra presencia con enormes chillidos.
Como nos sobraba tiempo y no se iba a poner el sol, en unos días al menos, subimos por la montaña a fin de disfrutar de la panorámica de la ciudad, el fiordo y el enorme glaciar Nordenkiöldbreen. A pesar de no alcanzar la cima, el Sterna con sus 26 metros de eslora se veía diminuto a nuestros pies.
Lugar de meditación
El ritual de descargar el rifle antes de embarcar
Ymerbukta.
El nuevo día nos traía una nueva navegación, en dirección SE en demanda de Ymerbukta, a unas 40 millas. Se trataba de la navegación más larga desde que me incorporé al barco. Durante parte del trayecto navegamos impulsados por la trinqueta, pero como la alegría del marino dura poco, nos tocó continuar a motor. A cambio, la encalmada nos permitió avistar una ballena de lejos y pusimos proa a ella. Armados de una guía de cetáceos la conseguimos identificar, se trataba de un enorme rorcual común el cual se hallaba alimentándose, para ello describía un amplio círculo mediante cinco cortas inmersiones y una salida más larga, preludio de una inmersión de 5 a 8 minutos.
Durante largo rato estuvimos observando al increíble animal, calculamos debería medir unos 22 metros, éste no mostraba ningún temor, llegando incluso a pasar en superficie a cuatro metros de la proa.
Rorcual común
Continuamos viaje y avistamos de lejos otra ballena, en este caso una Minke, mucho más pequeña y esquiva a la que no conseguimos fotografiar.
Ynerbukta al parecer significa puerto seguro y ciertamente se trata de un abrigado brazo de fiordo en el cual fondeamos a unos 17 metros de sonda, y a casi 1 milla del punto de desembarco, al lado del glaciar, en el cual realizamos una excursión caminando con crampones sobre el hielo, ésta fue una bonita experiencia, aunque me resultó corta, ya que me hubiese gustado subir a alguno de los montes de los alrededores, pero tocaba volver…
A la llegada a la neumática había bajado la marea y debido a la poca pendiente del fondo no era posible embarcar. Como la temperatura no ayudaba a meter los pies en el agua al lado del glaciar, por lo hubo que explorar la playa hasta encontrar un lugar adecuado.
Una vez a bordo nos acercamos al frente Glaciar, volviendo al Sterna a través de la zona de los hielos flotantes.
Longyerbyen
Esta primera semana tocaba a su fin, por lo que pusimos rumbo a Longyerbyen para desembarcar a varios pasajeros que volvían a casa.
En nuestro bar favorito, el Kroa, coincidimos con otro grupo que había estado esa semana viajando en Kayak por la zona. Uno de sus miembros, Álvaro, había navegado anteriormente en el Sterna y era muy apreciado por su simpatía. Resultó que nos conocíamos de un tiempo pasado, y compartíamos amigos comunes, ya que nos había presentado Oscar de EL TRASERO en Cartagena…pequeño mundo!!!
El museo polar
Esa noche (ya se ponía el sol, aunque seguía habiendo luz) al cerrar los bares, acabó en una fiesta en una casa ... bueno, realmente se nos evaporó la siguiente mañana.
Aquí me quedaba pendiente una excursión en solitario hasta el Banco Mundial de Semillas, donde se conservan enterradas en el permasfrost dos billones de semillas de todas las plantas del mundo, a salvo de desastres naturales y guerras nucleares.
Ny Alesund
Tras provisionar, zarpamos para Ny Alesund. Esto implicaba dejar atrás el fiordo y salir al Mar de Groenlandia para bordear la isla Prins Karl Forland, ya que el estrecho interior tiene un paso con un calado máximo de 4 metros, insuficiente para el Sterna.
Como a bordo ibamos 5 personas que navegábamos a vela, decidimos hacer guardias de un par de horas, ya que en ceñida y con temperaturas entre 2 y 8 grados, al cabo de ese tiempo en cubierta empezaba a subir el frío por los pies. La navegación fue tranquila, remontábamos lentamente navegando entre 5 y 7 nudos, dando bordos, ya que el viento siempre era escaso y soplaba del destino. En esta navegación alcanzamos el 79 N, el punto más septentrional de nuestro periplo, a unos 1200 Km del Polo Geografico.
Al llegar a Ny Alesund atracamos en un muelle de hormigón sobre pilares y protegido por enormes neumáticos, lo que unido al fuerte viento que nos aconchaba convirtió la maniobra en desagradable, pasando largo rato hasta que quedamos adecuadamente amarrados y protegidos por las defensas.
Ny Alesund es una base científica polar multinacional sobre los restos de un poblado minero. A lo largo del tiempo ha sido origen de varias expediciones polares. Especialmente importante fue la primera travesía sobre el polo norte en el Dirigible NORGE, realizada por Nobile y Amundsen, de la cual queda el mástil de anclaje del dirigible y una placa conmemorativa, así como un busto de Amundsen.
Aquí como en todo Svalbard, hay que caminar siempre con un rifle por grupo, ya que es posible el encuentro con osos polares (aunque no llegamos a ver ninguno durante este viaje). Como precaución, en la base todas las puertas deben estar abiertas para cobijarse en caso de que aparezca un oso, aunque lo más peligroso son los Sternas (charranes árticos), que crían sus pollos en el suelo de las calles de la base y si pasas cerca se acercan chillando desde atrás a picotearte la cabeza.
Guille y Anna viajaban con el Sterna, grabando un documental acerca del Ártico y gracias a ellos tuvimos la oportunidad de estar con el personal de mantenimiento de la base, que cuidaba de un tiro de perros de trineo, del cual disfrutamos funcionando con un carro a ruedas debido a la ausencia de nieve.
Guille y Anna viajaban con el Sterna, grabando un documental acerca del Ártico y gracias a ellos tuvimos la oportunidad de estar con el personal de mantenimiento de la base, que cuidaba de un tiro de perros de trineo, del cual disfrutamos funcionando con un carro a ruedas debido a la ausencia de nieve.
La base tiene una tienda que abre un par de veces a la semana, un poco más de una hora. En esos momentos se produce una estampida del personal en busca de galletitas, chocolatinas, refrescos y patatas fritas. Aprovechamos para sumarnos y comprar recuerdos y postales que enviamos desde la oficina de correos más al Norte del Mundo (por allí muchas cosas llevan ese título).
Acabada nuestra estancia en Ny Alesund, aprovechamos para navegar por el fiordo Kongsfjorden, aproximandonos a Ny London en la isla Blomstramdhalhoya, entre trozos de hielo provenientes del cercano glaciar. Al fondo las tres coronas, unas montañas gemelas llamadas Svea, Nora y Dana, nombres de los antiguos reinos escandinavos.
Volvíamos a navegar al sur, nuevamente en demanda de Longyerbyen, en donde finalizaba mi viaje.
El último día en Svalvard, coincidió con la primera nevada de la temporada, anunciando la inminente llegada del otoño. Tras despedirme de Albert, Fernando, David, Jytte y y Piza, volé a Oslo y de allí a Málaga, donde por fin se hizo de noche en condiciones.
En cuanto al Sterna ,estaba a la espera de relevo de tripulantes para salir en dirección a la isla de Jan Mayen, Groenlandia e Islandia, de donde regresarán a Barcelona.
Si alguien está interesado, puede ver la oferta de plazas en estos links:
Web del Sterna: www.sterna.cat
Web de Tierras Polares: www.tierraspolares.es
Algunos relatos de un escritor de verdad acerca de viajes en el Sterna.
El relato de otro viajero:
http://vocesrobadas.blogspot.com.es
Asuntos varios:
Si alguien se anima a viajar en su velero a las Svalbard y tiene dudas acerca del equipo necesario, este no difiere del habitual para una navegación de altura en invierno en la península, ropa térmica, calcetines de lana, un buen traje de aguas y buenas botas, ademas de guantes, en fin ropa de abrigo, de lana o térmica….. se agradece una tripulación suficiente para hacer guardias cortas y no pasar frío, aunque como no anochece, no hay esa desagradable humedad de las noches en nuestras latitudes.
En cuanto al barco, es apto cualquiera preparado para una navegación de altura, no necesita ser de construcción metálica, ya que en verano el único hielo que se puede encontrar es el desprendido de los glaciares, que no llega muy lejos sin fundirse, ademas como hay luz las 24 horas el riesgo de colisionar es mínimo, otro asunto seria subir mas al norte o en otras fechas.
Un invento muy conveniente: una calefacción de gasoil a bordo.
Imprescindible: neumática auxiliar si no quieres perderte el 99% de la costa.
Atraques: a muelle en Pyramíden, Barentsburg y Ny Alesund, en Longyearbyen a boya o en pantalán (pocas plazas), hay también dos muelles, pero suelen estar ocupados por barcos comerciales o militares.
El compás se mostró perezoso pero respondía. El piloto automático no dio problemas.
Es obligatorio llevar un rifle en las salidas a tierra, este se puede alquilar, para ello es necesario llevar un certificado de antecedentes penales.
Las islas están administradas por un gobernador, ante el cual se tramitan todos los permisos
http://www.sysselmannen.no/en/
Los mejores meses son Junio y julio, a finales de Agosto cae la luz y se puede adelantar el invierno, el clima es sorprendentemente benigno para la latitud de las islas, debido a la corriente del golfo, sobre todo en la costa Este.
Comida: en Longyearbyen hay un supermercado, pero no tiene todo lo que se puede encontrar en nuestras ciudades y ademas los precios son noruegos, ósea caros, por lo que conviene llevarse de casa todo lo que se pueda…
A cambio los vuelos a la península son baratos con NORWEGIAN.
Pesca: hay que pedir permiso al gobernador y autorizan por zonas.
Gasoil: en Longyearbyen en la gasolinera, aunque hay que alquilar un coche para llevarlo al muelle.
Agua potable: disponible en Longyearbyen y Ny Alesund, la de los arroyos bajaba muy sucia de tierra.
Lavanderia y duchas calientes: en las oficinas del puerto de Longyerbyen.
Vuelos: aeropuerto principal en Longyearbyen, en Ny Alesund hay una pista de tierra con vuelos en un pequeño bimotor desde Longyearbyen.
Un saludo y gracias por leer el relato.
djin