lunes, 9 de marzo de 2015



RELATO: Travesía de Sudáfrica a Brasil en el Andrómeda V.

El 7 de Enero comenzaba este viaje, desde Tarifa, en coche hasta el Aeropuerto de Málaga, donde tome un vuelo con destino a Estambul.
Tras despegar, el avión sobrevoló el Mediterráneo,  permitiendo disfrutar de las vistas de Sierra Nevada, Cabo de Gata y el norte de África, hasta que el horizonte sobre Argelia se cubrió de nubes.




Durante la noche un claro sobre el mar dejaba volver a ver tierra, mientras cruzábamos entre Túnez e Italia.
 
Estambul.


Estambul es un punto de encuentro del mundo musulmán, con salidas a gran cantidad de destinos de oriente medio, el golfo pérsico  y las repúblicas ex-sovieticas.
Aquí la modernidad convive con la tradición, permitiendo ver peregrinos de La Meca, arropados con toallas blancas, junto a sus mujeres completamente cubiertas con un velo negro y jóvenes vistiendo ropa de marcas de lujo.


Sudáfrica.

Tras atravesar África, cubierta de nubes, el avión aterrizo en Johanesburgo, donde realizo una corta escala y continuo a Ciudad El Cabo, llegando a las 14:00 horas locales del día 8.

La funcionaria de Inmigración no quería dejarme entrar, tras explicarle que no disponía de billete de vuelta, debido a que pretendía salir del país en un velero rumbo a Brasil, ella insistía en que necesitaba agente para embarcar. Tras una larga  discusión  se acerco su supervisora, la cual le informo, que el agente no era necesario para los tripulantes de las embarcaciones de recreo, y por fin pude entrar legalmente en Sudáfrica.

A la salida del aeropuerto tome un bus, que me dejo en el puerto de Ciudad El Cabo, en el Victoria & Albert Waterfront.




El V&A Whaterfront esta animado todo el día, y la noche.




Vecinos de pantalan.

El Victory & Albert Waterfront animado noche y día.









 Table mountain desde el puerto.



Aqui con unos coleguitas,  Mandela y De Klerk

El viejo puerto ha sido completamente rehabilitado, ahora es una atractiva zona de ocio, con un lujoso centro comercial que ocupa los antiguos tinglados. La zona es muy agradable, atractiva y segura.







Camino del barco me encontró  Alfredo, uno de los tripulantes del velero en esta etapa, al que conocía solamente por teléfono y whatsapp. Tras acompañarme al barco me presentó al resto de la tripulación: Javier  y Jorge, el armador del Andrómeda V.

Esa tarde comenzamos con las compras de provisiones, únicamente comida, ya que el barco estaba perfectamente pertrechado y revisado para la travesía.

La mañana del día 9 la dedicamos a formalizar los trámites de salida del barco, tras comer pescado fresco en un restaurante del V&A, durante la tarde, continuamos con las compras de comida y su estiba .







Este antiguo dique seco de la época Victoriana continua en activo.




Desmond Tutu,  monumento a los protagonistas del fin del apartheid.


Una visita al Servicio de Salvamento de Sudafrica, NSRI.







Travesía a Santa Helena.

A las 10 de mañana del día 10 era la salida de la ARC World Rally, por lo que desayunamos temprano y recogimos el pan encargado para la travesía, este fue un completo acierto, ya que llego comestible hasta Santa Helena y mas allá.





Ya en el agua nos acercamos a la línea de salida, navegando con la mayor con un rizo y el génova, mientras pasábamos al lado de una boya de señalización ocupada por leones marinos.





Tras la señal cruzábamos la línea entre el pelotón, con muy poco viento, que acabo calmando mientras dábamos bordos frente a la Isla Robben, donde estuvo preso Mandela una larga temporada.








La ARC World Rally no es una regata, se trata de una vuelta al mundo organizada, con unos puertos de recalada y unas fechas de salida, a fin de crear una flota durante el recorrido, que permita asistencia entre los participantes y con ello anime a los armadores a participar.

Tras la encalmada entro un viento fuerza 6-7 por la aleta que nos permitía rozar los 11-12 nudos, y fuimos dejando las frías, verdes y ricas aguas de la corriente de Benguela, que hacen posible la gran concentración de focas, pingüinos, tiburones y ballenas en la costa de Ciudad El Cabo.

Al día siguiente disminuyo el viento y se estableció del SW. Durante toda la travesía hasta Santa Helena navegamos con  fuerza 2 a 4, bien en popa o en la aleta, lo cual nos permitió numerosas combinaciones con las velas de portantes, genaker, mayor, trinqueta de portantes, spi, genova.

A lo largo del viaje apenas vimos vida: alguna tortuga, unos delfines y un calderón así como unos pocos peces voladores.
Afortunadamente el trafico marino fue escaso, un pesquero cerca de la salida y un barco plataforma de perforación que tardo casi un día en adelantarnos.



Jorge y yo durante un cambio de guardia, pudimos contemplar un arco iris de luna por nuestra proa, duro unos pocos segundos. La luna llena iluminaba la mar a nuestra popa mientras a proa caía un suave chubasco de finísimas gotas, permitiendo la visión de un arco luminoso blanco de 180 grados, desafortunadamente no pudimos hacer una fotografía.




En cambio si hay imagen de un tímido rayo verde.



Debido a los gualdrapazos, por el escaso viento, se rifó la mayor. Fue la única rotura del viaje y se debía al desgaste provocado en el tejido  por los lazy jacks a lo largo de tantas millas. Afortunadamente teníamos otra mayor a bordo.






























Llegada a Santa Helena.

Tras 11 días de navegación, por la mañana  del 21 apareció la isla de Santa Helena, la cual costeamos por el norte, en demanda de la capital Jamestown mientras nos cruzábamos con unos calderones.






A la llegada contactamos con Jamestown Port Control y nos indicaron que debíamos amarrarnos a una boya, lo cual hicimos a las 10:20 hora local.



          Haciendo consumo.

Para desembarcar disponíamos de un servicio de lancha. Aprovechamos para formalizar los tramites de entrada en Aduanas y Policía,  que resultaron amables y eficaces.
Durante la tarde exploramos Jamestown, buscando supermercados e internet, aprovechamos para subir los 699 escalones de “la escalera”, Jacob’s Ladder, que comunica la zona del puerto con la parte alta de la ciudad.














El segundo día de estancia en Santa Helena. lo dedicamos a una excursión por el interior, en un Chevrolet descapotable de 1920, visitando las casas en las que habito y murió Napoleón en su destierro, así como su tumba y la casa del gobernador, en la cual disfrutamos de las tortugas  terrestres gigantes que la habitan, estas no son originarias de la isla, fueron traídas del Indico.









Al poco de llegar a Jamestown nos enteramos que era posible ver Tiburones ballena en los alrededores de la isla en esas fechas, de hecho algunos barcos de la regata los habían avistado durante la recalada.




Al volver de la excursión, embarque en una neumática que me llevo a buscarlos, y tras un buen rato en el agua, y cuando nos retirábamos sin resultado, localizamos uno. Aletas, gafas y tubo...y al agua.











Es muy difícil describir las sensaciones al bucear al lado de este animal, el nerviosismo previo a la inmersión desaparece en unos instantes, al comprobar la docilidad del pez. Entonces comienzas a apreciar la magia de su lento movimiento, los dibujos de su piel, las rémoras que lo acompañan, sus curiosos ojitos, mientras, debido al tamaño, sus formas hidrodinámicas se  diluyen en el azul.



Tras esta experiencia, tocaba cenar en Anne’s Place, nuestro lugar de reunión en Jamestown. Nos juntamos todas las tripulaciones en un divertido bufete, donde el plato principal eran un cochinillo y un cordero asados enteros, aquí Jorge dejó una bandera del Andrómeda V, que se unió a las de muchos otros barcos que han recalado en la Isla.





Cena de despedida de la flota, en Anne´s Place.







Travesía de Santa Helena a Recife.

Llego el día  de la Salida, 24 de enero,  y cuando estábamos a punto de largar la amarra asomo una aleta al costado del Andrómeda, se trataba un tiburón ballena que venia a despedirnos y de paso le permitió a Javier bucear con el y hacer unas fotos.








Javi, el autor de las fotos del Tiburón-ballena.



Jorge reparando la luz de estribor.


El tramo de Santa Helena a Recife era un poco mas largo que el anterior, debería habernos llevado un día mas, pero debido a lo escaso del viento tardamos 13 días.

La navegación fue muy tranquila, con buen tiempo, poco viento y siempre por la popa.
La temperatura del mar nos permitió bañarnos todos los días y para las guardias de noche solo necesitábamos un bañador y una chaqueta ligera, solamente avistamos peces voladores y un Alcatraz de pico azul.








                                                                       Este no da pá ná.


     Alcatraz del cabo.



                               Alfredo al timón.




El trafico era escaso, ya que apenas nos cruzamos con 3 barcos hasta arribar en Recife.
Tras recoger el hidro-generador, largamos una cacea con la esperanza de pescar alguna pieza, y picó un pez limón de mas de 20 kilos, al cual indultamos, ya que entrábamos a puerto en un rato y no estábamos por dar mal uso  a semejante bicho.




Recife.
 
A la llegada a Recife, el 6 de febrero, debimos hacer tiempo hasta la pleamar de la tarde, ya que el calado del Andromeda V no dejaba resguardo en el canal de entrada al Cabanga Iate Clube, donde llegamos arando el fango  con la marea.



Esta embarcación es una Jangada, con ella se alejan de la costa a pescar, hasta hace poco eran a vela.








 Jorge jugando con su bolsa mundial de cables y enchufes.






Recife antiguo es una isla, rodeada de ríos y canales, comunicada con el resto de la ciudad por numerosos puentes.









¿Esto que es lo que es?




Como amarramos a la  tarde de un viernes, debíamos esperar hasta el lunes para realizar la entrada oficial en Brasil, esto le impedía viajar a España a Javier que tenia prisa para evitar deber mas guardias ,en su ajetreada vida de bombero y viajero.









El fin de semana lo empleamos en relajarnos, hacer compras y visitar el Recife antiguo, que se preparaba para el Carnaval.






Esta ciudad tiene un carnaval diferente al de Río de Janeiro, con disfraces y personajes propios, así como un ritmo propio, el Frevo, que se baila acompañado de una pequeña sombrilla.




Llego el lunes, y realizamos los tramites de entrada, 1º ante inmigración, donde un musculoso policía trataba de reparar un fusil de asalto, con sus balas, ayudado de un martillo de teflón, en el mostrador de la entrada, mientras otro despachaba nuestra entrada frente a un ordenador manejado a un dedo. 

Acabado el despliegue de testosterona  y "eficacia", la siguiente parada fue en el fisco, donde afortunadamente nos atendió un  funcionario capaz, que hablaba un poco de español. 
El ultimo formalismo era en la capitanía militar de puerto, donde nos rechazaron, aduciendo que se había caído el sistema, haciéndonos volver a la tarde. 
Aprovechamos para hacer tiempo mientras comíamos,  esa tarde volvimos a Capitanía, y no había ningún funcionario para despacharnos. Solo tras mucho insistir, diciendo que teníamos billetes de vuelta a España para esa noche, y tras esperar a que llegase el responsable despacharon el barco. Estábamos en vísperas de Carnaval...


Aquí acabo la aventura náutica, nos separábamos; Javier volvía a Castellón, Alejandro se quedaba en Recife, mientras Jorge y yo preparábamos una escapada a Manaos para conocer el Amazonas.                                                                                                                                            












Manaos.

Tras haber quedado con el taxista la noche anterior, este nos recogió temprano ay nos acerco al aeropuerto y volamos a Manaos, vía Brasilia. Durante las maniobras de aproximación y despegue pudimos apreciar la gran extensión de la ciudad, y solamente de lejos los edificios que la caracterizan.

A la llegada a Manaos, entre nubes, dos cosas captaron nuestra atención, la selva que marcaba los limites del aeropuerto y los aviones abandonados en una zona muy visible de este.









Una vez acomodados en el hotel nos desplazamos al centro  y caminamos por la orilla del río, visitando el puerto flotante,  que data de 1903, en plena época del caucho.
El razón de esta estructura es acomodar el embarque al nivel de las aguas, con variaciones de hasta 10 metros según la estación.
Este puerto recuerda a una terminal de autobuses, ya que desde el salen los característicos barcos de la zona, que transportan una mezcla de carga y pasajeros a innumerables destinos en la cuenca del Amazonas.


















Todo lo que se necesita para un largo viaje a bordo de estos barcos es una hamaca.





Barco comisaría de la Policía Federal, también vimos un barco juzgado.


El Jueves 12 lo dedicamos a visitar Manaos por la mañana: el Estadio Arena de la Amazonía, construido para los mundiales de Brasil de 2014, el Palacio de la Opera y el Mercado Municipal. Estos dos últimos provienen de la época dorada del caucho, durante la cual, debido a la abundancia de dinero y la carencia de mano de obra especializada, llevo a que encargasen la construcción de ambos a empresas en Europa, que enviaron los materiales acabados en barco hasta Manaos para su montaje final. 





Foto histórica en un estadio de fútbol.




Zona centro de Manaos.





 El Teatro Amazonas.


Sala de baile.





Mercado Municipal de Manaos


 El mercado municipal fue construido con estructuras metálicas fabricadas en Europa.


 En los puestos de pescado se encuentra una gran variedad de peces de agua dulce: Pirarucú, Tambaquí, Jaraqui...








El mercado distribuye alimentos por toda la región.






Puerto de Manaos.




Esta placa indica los niveles alcanzados por el Río Negro cada año.




A la tarde contratamos una excursión en lancha por el río, hasta el “encuentro de las Aguas”, donde confluyen el río Negro y el Solimōes, pasando a llamarse Amazonas hasta su desembocadura en el Atlántico.




Nota: tras su paso por la ciudad de Iquitos en Perú el río Solimōes es denominado Amazonas por los peruanos, no así por los brasileños.

En el encuentro, el río Negro, llamado así por el oscuro color de sus aguas, fluye paralelo al lodoso Solimōes, necesitando muchos kilómetros para mezclar sus aguas.
 
Durante el trayecto por el río Negro los tripulantes de la lancha nos iban observando constantemente, debido al viento fuerza 5, había olas y la embarcación embarcaba agua entre fuertes pantocazos, estaban extrañados que no nos mareásemos ni estudiaremos asustados, se tranquilizaron cuando les explicamos que éramos marinos.

Tras observar el encuentro de aguas, nos internamos en un pequeño afluente, el Río Novo, donde calmo el viento,tomamos una cerveza en un bar flotante y pescamos de pirañas, que devolvimos al río.














Aprovechamos para visitar un criadero flotante de Pirarucús, el enorme pez de agua dulce, mientras se hacia de noche y esperábamos para ir a ver yacarés.

Navegábamos a baja velocidad, uno de los tripulantes iba iluminando las orillas del río con un foco a la espera de ver dos puntos luminosos que marcaban la presencia del bicho. 
 




En el video del Pirarucú el cebo es un pez congelado atado, sin anzuelo.


El patrón maniobraba acercando la lancha a baja velocidad hasta el yacaré, que se hallaba inmóvil sobre la vegetación flotante, el tripulante del foco, al acercarse a un ejemplar de mediano tamaño salto al agua, ¡atrapando al vuelo al yacaré por el cuello!, mientras en sus inmediaciones resplandecían los ojos de otros de gran tamaño.









Tras observar el caimán, este fue devuelto al agua indemne y regresamos a Manaos.








Tambaqui a la plancha.



La Mañana siguiente habíamos quedado para hacer un vuelo sobre la zona a bordo de un Hidroavión. La experiencia de despegar en un aparato de estos es parecida a ir pegando botes en una lancha contra el viento, hasta que al separarse del agua mágicamente cesa la agitación.


































Desde el aire observábamos con una perspectiva privilegiada la selva frente a Manaos, la confluencia de los ríos, los estanques cubiertos de Victoria Regia, la ciudad, el puerto, etc…











Esa tarde visitamos el INPA, Instituto Nacional de Pesquisas de la Amazonia, un centro de investigación que contiene un bosque tropical con fauna autóctona en semilibertad.





 Manati.













La ultima jornada en Manaos la dedicamos a otra excursión en lancha, en este caso remontando el río Negro, con viento en contra, hasta una laguna resguardada donde nadamos con Botos, los delfines de río en libertad, a los cuales acostumbran a la presencia humana a base de arrojarles peces.








Este no paraba de pedir mas.







De cerca estos animales son grisáceos en superficie y rosados bajo el agua, si consigues verlos, ya que habitan aguas muy poco transparentes. El morro es alargado y estrecho, con pequeños dientes, en lugar de aleta dorsal tienen una joroba. La cabeza dispone de una abultada frente, para recibir los ecos que le permiten localizar los peces, ya que sus pequeños ojos de poco sirven en esas aguas.










Posteriormente pasamos por una aldea de Indios que vivían de acuerdo a sus costumbres,  representan sus bailes tradicionales, aprovechando el turismo para hacer caja.




















A la vuelta, mientras descendimos por la orilla izquierda del Río Negro la selva  mostraba la increíble variedad de arboles que forman sus riberas, hasta que alcanzamos una playa de arena blanca, tras la cual asomaba un restaurante flotante, donde paramos a tomar unas cervezas.


 El bar, en un lugar paradisiaco.



 Semillas recogida en un pequeño paseo alrededor del bar.






Capitan Robemar, nuestro guía en el río.


Esta fue la última excursión por Manaos, al día siguiente volaríamos a Sao Paulo, donde nos separaríamos. Jorge disfrutaría de un par de días mas en Brasil y yo volvía a España.


Unas fotos de la Selva desde el avión.








La anécdota final: desembarcando en Málaga por la popa de un pequeño turbohélice, todo el pasaje a la vez,  nos tuvieron que mandar correr a proa ya que se estaba desequilibrando el aparato.