En 2013 se cumplirá un siglo de la aparición de un sorprendente anuncio en la prensa británica. «Se buscan hombres para viaje arriesgado. Poco sueldo, mucho frío. Largos meses de oscuridad total, peligro constante, regreso a salvo dudoso. Honor y reconocimiento en caso de éxito». La leyenda atribuye estas palabras a sir Ernest Shackelton, el explorador que se propuso cruzar la Antártida de un extremo a otro tras haber fracasado dos veces en el intento de llegar al Polo sur, empresa en la que se adelantó el noruego Roald Amundsen.
Fue la última de las grandes expediciones polares y llevó siete largos meses de preparativos. Pese a los sacrificios que prometió, Shackelton recibió cinco mil solicitudes. Le contestaron simples marineros y científicos de la Universidad de Cambridge, hombres que sabían a lo que se exponían al enrolarse en el 'Endurance' (Resistencia), un bergantín fletado para el viaje, cuyo nombre fue elegido por el lema de la familia de Shackelton: 'Fortitudine Vincimus' (venceremos gracias a la resistencia). 'Chippy' McNish, que figuraba entre los 27 tripulantes del barco, confesó a sus parientes: «Quizá no vuelva».
Faltó poco para que sus temores se cumplieran. Los hombres de Shackelton, que zarparon el 8 agosto de 1914, recién empezada la I Guerra Mundial, no llegaron a pisar la Antártida porque el 'Endurance' quedó atrapado en la banquisa del mar de Weddell. La lucha contra el frío, la rutina, la disciplina y la destrucción inexorable del barco fueron inmortalizadas por el fotógrafo de la expedición, Frank Hurley. El bergantín, la tripulación y los perros de tiro permanecieron a la deriva durante meses, sin comunicación con el exterior, arrastrados por una placa de hielo flotante que los condujo hasta la isla Elefante. Era un lugar inhóspito alejado de las rutas de navegación, donde nadie los buscaría, y menos cuando la guerra estaba en su apogeo en Europa.
Veinte meses después de la partida, en abril de 1916, Shackelton tomó una decisión. Escogió cinco hombres y con un bote de 6,85 metros, el 'James Caird', zarpó hasta las Georgias del Sur, una travesía imposible por el encrespado Atlántico sur. Los otros 21 expedicionarios lanzaron tres hurras cuando la embarcación, una simple patera, se alejaba en el horizonte. Algunos hombres rompieron a llorar, pero Frank Wild, jefe del grupo hasta el regreso de Shackelton, ordenó de inmediato el retorno al trabajo para mantener la moral.
El 'James Caird' necesitaba un milagro, pero llegó a su destino con una brújula y una tela atada a un palo para señalar la dirección del viento. Tras dieciséis días de navegación, Shackelton y sus acompañantes tomaron tierra en una playa de la isla San Pedro que llamaron 'Peggotty Camp', en alusión a la vivienda flotante de Peggoty, de la novela 'David Copperfield', de Charles Dickens. Luego cruzaron la isla para llegar a la estación ballenera de Stromness, donde el ‘Endurance’ había hecho escala durante el viaje de ida. Fueron los primeros que lo consiguieron, sin mapas, superando glaciares y montañas.
«Dígame, ¿cuándo se acabó la guerra?», preguntó Shackelton al administrador noruego que le recibió en Stromness. La contestación fue decepcionante: «La guerra no ha acabado. Hay millones de muertos. Europa está loca. El mundo está loco». Cuando se ducharon y afeitaron, los agotados tripulantes del ‘Endurance’ casi no se reconocían. Los balleneros escandinavos, hombres duros impresionados por la hazaña del ‘James Caird’, los homenajearon en el club de la estación, una sala que «estaba azul y brumosa por el humo de cigarrillos», escribió Shackelton.
A los tres días, el explorador zarpó hacia la isla Elefante en el barco 'Southern Sky'. Sin embargo, no superó la barrera de hielo y tuvo que dar media vuelta. El Gobierno británico no podía ayudarle, ya que estaba absorbido por la guerra, así que Shackelton alquiló una goleta en Puerto Stanley. Sus nuevos intentos también fueron infructuosos, pero no se rindió. El 25 de agosto de 1916 reemprendió la travesía en un remolcador chileno con casco de acero que pudo avistar la isla Elefante. «Lo he conseguido», escribió Shackelton a su esposa cuanto regresó a Puerto Stanley con el equipo del ‘Endurance’ sano y salvo. «Maldito Ministerio de Marina... No se ha perdido ni una vida y hemos pasado por el infierno».